La Casa de Emmanuel Kdongo



La Casa de Emmanuel Kdongo
por Zadí Desmé



El día viernes temprano por la mañana pasó a recogerme al hotel Bahía de Malabo, Emmanuel Kdongo, el director de la empresa que me había contratado para trabajar sobre un proyecto de ingeniería hidráulica en Guinea Ecuatorial, ahí estaba el en su Jeep 4 x 4, era un tipo realmente muy simpático, había estudiado en Paris ahí lo conocí.
—Bueno Maximiliano, vamos es un viaje a mi casa de campo.
La carretera de tierra era bastante mala, pero el paisaje era hermoso, comenzamos a subir por una ladera de una montaña bastante empinada y angosta, abajo se podía apreciar la costa con su mar azulado, las olas golpeaban fuertemente contra los peñascos, la naturaleza me hipnotizaba con sus sonidos, miraba de cuanto en cuanto la carretera y no podía imaginarme qué pasaría si nos encontrábamos con otro vehículo. El sonido de los pájaros es música para mis oídos, vegetación por todas partes, en una curva el viento comenzó a golpear el auto fuertemente, estábamos llegando al lado de la isla que veía el Atlántico, los vientos eran muy fuertes, cierro los ojos y me imagino que unos gigantes nos estaban meneando de un lado a otro. Finalmente llegamos a una especie de meseta, en al medio de esta había una pequeña casa, afuera unos niños corrían alegremente, perseguían a una vaca, cuando bajamos del auto toda la familia de Emmanuel nos salió a recibir, sus tres esposas y sus doce hijos, más otros miembros, en total unas treinta personas, me presentó a todos, un pequeño jugaba con una pequeña higuana de bellos colores comparables a un arco iris, otro niño se me acerca y me enseña a su mascota, un pequeño monito atado con una soga en su cuello.
Luego de la presentación formal con la numerosa familia pasamos a recorrer la propiedad, mientras las esposas de Emmanuel bajaban del auto las cosas que el marido les había traído de la ciudad. Al terminar nuestro paseo me llevó por la cocina y vi que las mujeres se esmeraban en la preparación de los platos, se veía un tremendo festín con comidas típicas guineanas, el olor era exquisito y la vistosidad de colores realmente me habría el apetito, la gente se veía contenta y feliz preparando los platos. La primera esposa Akinyi, muy sonriente se me acerca y me dice:
—“Ingeniero, espero que lo que preparamos hoy día le guste, lo hemos preparado con mucho cariño, hay sopa de calabazas con gambas a la leña, gallina en salsa de cacahuate, lomos de bacalao con verduras y carpaccio de piña y mango”.
Una mesa enorme alegremente adornada con flores había sido improvisada para que todos los adultos pudiéramos sentarnos. La comida fue grata y amena, se veía la alegría con la que vivían, lo llevan en su sangre, los hijos y sobrinas me preguntaban mucho sobre el lugar donde vivía en América, no entendían algunas cosas que le explicaba sobre cómo era esa occidentalidad, era realmente divertido ver esa inocencia en sus preguntas, sus risas eran contagiosas, para ellos no existían conflictos internacionales, no había inflación, la gente no se mataba trabajando 12 horas para vivir civilizadamente, aquí existía otra filosofía, había madera para construir las casas, búfalo para comer, había de todo para satisfacer las necesidades primarias, se podía decir que vivían en armonía. La meza había sido servida a fuera de la casa, la vista hacia la bahía con un espumoso mar era realmente magnificente, yo me decía, cuantos millonarios quisieran tener semejante vista en sus mansiones caribeñas. Luego de saborear los exóticos platillos preparados por sus esposas, Emmanuel se paro y se dirigió a un armario, saco una botella de whisky Johnny Walker etiqueta Azul.
—Por favor traigan unos vasos para nosotros—le dijo a una de sus hijas, que corrió para traerlos de la cocina. Luego del primer brindis, nos dedicamos a conversar, Emmanuel era un tipo muy inteligente, fue presidente del Banco Central Africano, muy ambicioso y con muchos enemigos en el gobierno, que lo veían como un empresario peligroso para el sistema corrupto que existía, ya que él bregaba por hacer mejoras en el gobierno en beneficio de su gente.
Ya íbamos iniciando la segunda botella, cuando su papá se nos une y se sienta al lado de nosotros, me mira y me dice:
— ¿Tú crees que nosotros somos incivilizados?
Me quede callado y pensativo, una pregunta dura y no esperada, no respondí, buscaba las palabras adecuadas.
— ¿Tú crees que la democracia nació en Grecia como se dice? —me pregunta nuevamente.
—Bueno es lo que nos han enseñado —respondo amablemente.
—Es una de las más grandes mentiras que existen —me dice el papá de Alejandro.
—Pero no existe ninguna prueba que demuestre lo contrario —le respondo.
Su pelo cano, no aparentaba más de cincuenta años, pero en realidad tenía noventa, toda una vida de experiencias vividas.
—El hecho de que los griegos fueran los primeros en escribir sobre ella no constituye una prueba de que ese sistema político naciera en ese país, no se debe limitar los orígenes de la democracia en un lapso de tiempo ni lugar, la libertad es un derecho natural. La democracia ha existido en varios lugares y épocas en la evolución social del hombre. ¿No cree usted capitán? —me dice el papá de Alejandro.
—Muy interesante señor— le contesto.
— ¡Tomas para ti!, me imagino que usted debe pensar que soy un viejo loco hablando de estas cosas —me dice el octogenario caballero.
Emmanuel gozaba escuchando a su padre, era un personaje interesante, se veía muy bien conservado por los años, por lo visto Emmanuel había heredado la inteligencia de su padre, se veía un hombre muy vivido.
—“Yo estoy seguro que la democracia se desarrollo en forma simultánea en varias sociedades alrededor del mundo. Antes de la llegada de los europeos, aquí en África se vivía de una democracia participativa y directa, existía un mercado libre a nivel de aldeas, y un comercio libre, la naturaleza vivía en armonía con nosotros”. —me explica Don Tomas.
—No le puedo creer, que interesante su punto de vista, cualquier cosa me imagine hoy día menos estar conversando sobre estos temas —le interrumpo a Don Tomas y el continua
—¡Si! y “también había libertad de expresión. En las reuniones aldeanas, los nativos expresaban libremente sus ideas e intercambiaban opiniones. Nuestros pueblos tenían un sistema de valores y conocían la ética laboral, justicia y orden. Teníamos formas de control familiar, social y político”
Se sirve un vaso de whisky, le da un sorbo y continúa.
—“Los europeos nunca introdujeron nuevas instituciones en África, sino formas más avanzadas y eficientes de instituciones que ya existían. Occidente tiene la capacidad de tomar las ideas y acentuar sus atributos hasta un nivel superior, beneficiándose mucho de esta fertilización producto del contacto con otras culturas”
Respira profundo y me mira, me toma de la mano y me dice:
—“Que contradicción para occidente” —se ríe —“se dice que el hombre se origino en África, en resumen toda la especie humana, asiáticos, egipcios, caucásicos, mayas, incas, arios, sajones, todos tus antepasados, salieron de estas tierras y se extendieron por toda la faz de la tierra, entonces me pregunto ¿si realmente somos primitivos? o es que realmente supimos escoger lo mejor para la especie humana “vivir con la naturaleza, sin alterar nuestro entorno, en armonía”, no será que los occidentales lo único que han hecho es envenenar el espíritu con codicia, ambición desmedida que lo único que ha hecho es alterar el balance con la naturaleza”.
—Papá yo creo que ya estuvo bueno, creo que lo estamos aburriendo a nuestro invitado Maximiliano. —interrumpe Marcial.
—De ninguna manera, al contrario, tienes un padre extraordinario. —le digo a Marcial.
—Mi padre luchó para que llegara la educación a nuestro pueblo, odia la pobreza en la que se encuentra sumida nuestra gente, ve tristemente que la falta de comida afecta el desarrollo intelectual de las nuevas generaciones. Es un defensor de nuestras tradiciones pero respetuoso de la educación occidental, ya que él sabe que es el único medio para salir de la pobreza.
—Hablando de tradiciones —interrumpe el papá de Marcial, mira hacia arriba inspirándose —“recuerdo cuando mis padres arreglaron mi matrimonio entre tu madre y yo, éramos muy jóvenes, nos enviaron a recoger frutas juntos a los matorrales para que nos conociéramos, con ese gesto todos los vecinos sabían que estábamos comprometidos. Mi padre le llevo cinco cabras a tu abuelo para sellar el compromiso del matrimonio, la fiesta de nuestro matrimonio duro seis días”. — En medio de la conversación, entra un niño interrumpiendo, se pone a jugar con Alejandro.
—Este es mi hijo Benigno, hijo de mi hermanita menor—me dice
— ¿Hijo de tu hermana? —pregunto incrédulo por semejante aberración y de la forma tan natural que lo afirmaba
—Si —al ver mi cara de espanto por escuchar semejante abominación, Emmanuel se da cuenta y suelta una tremenda carcajada.
—Hay Maximiliano, ustedes los occidentales llevando las cosas por el lado oscuro. Ustedes realmente son mal pensados y no entienden el sentido de lo que significa la palabra familia. Mi hermanita por desgracia y por no obedecer los consejos de los viejos se encapricho con un sinvergüenza y quedo embarazada .El poco hombre evadió su responsabilidad de padre y huyo de la isla con rumbo desconocido, sabía que si se quedaba aquí, se las tendría que ver conmigo y con mis hermanos, que son menos condescendientes que yo. Como hermano mayor mi deber es convertirme en padre para ese niño y asumir la responsabilidad de su crianza, para mí es un hijo más y tiene todas las atenciones sin diferencia a las de mis hijos biológicos —para mí era suficiente la explicación. Luego de tomar, no sé cuantas botellas de whisky, Emmanuel levanta su copa y me mira:
—Quiero decirte que ya dejaste de ser un amigo, ahora eres mi hermano, deja la copa a un lado de la meza y me abraza. Me da dos pequeños topes en mi cabeza con su cabeza, uno a cada lado. Emmanuel prosigue.
—“Esta es la forma en que siempre nos saludaremos a partir de hoy, son las cornadas de la amistad de dos animales bravíos”. —este saludo era una representación de cornadas entre animales salvajes y demostraban el afecto y respeto que se tienen dos personas en África. Para mí fue un honor y una demostración de afecto de esta familia africana, seguimos conversando amenamente hasta cuando nos dimos cuenta de la hora, el tiempo había corrido, se sentía un fresco agradable, Emmanuel se para del asiento y le hace una señal a una de sus esposas que estaba atenta a lo que necesitábamos, esta sale de la sala, me toca el hombro y me dice:
—Amigo te tengo preparada una habitación en la casa, pero hay algo que me preocupa, esta velada ha sido perfecta y no puedo permitir que duermas solo, no es sano, así que Aamori, mi sobrina, te acompañara.
— ¿Perdón? —le respondo sorprendido.
— “No hay excusas, no podemos dejar que un invitado nuestro pase la noche solo y triste en su habitación, sería una falta de respeto hacia ti y hacia nuestras costumbres”.
—Marcial, mira, ¡No puedo! eso no está bien.
— ¿Me estas rechazando esta atención?, “esto en mi tribu es mal visto, es inaceptable, es una ofensa hacia mí y toda mi familia” —su tono de voz era serio y firme, su mirada me atravesó, solo atine a poner una de mis manos sobre mi cabeza.
Sin saber que hacer me despedí de todos y le pregunte a Emmanuel por mi cuarto, una de sus esposas me llevó riéndose a la habitación de huéspedes estaba al fondo de la casa, cuando entre, no había nadie adentro, cerré la puerta. Inmediatamente pensé que había sido una broma del dueño de casa aprovechándose de mí poco experiencia en África, sentí un pequeño alivio, ya que realmente la situación se había puesto embarazosa. De pronto escucho un ruido en la puerta y veo que se abre y entra a una mujer a mi cuarto.
—Hola Maximiliano, me llamo Aamori.
—Oye mira, no creo que... —no me deja terminar de hablar y me tapa los labios con sus dedos.
—Shuuuuuu, no digas nada.
—Mira Aamori, no te conozco, no sé, es mejor que no hagamos nada, no puedo, esto no está bien.
— ¿No te gusto? — y se pasea sus manos desde la cabeza hasta sus caderas
—Eres linda, pero no me siento cómodo, en mi país esto no es normal.
— ¿Qué?, ¿acaso en tu país tener relaciones sexuales no es normal? o acaso ¿te gustan los hombres?
— ¡No!, no es eso. Entiende, tengo otras costumbres para hacer esto.
—Sí, pero no estamos en tu país —me dice Aamori —estamos en el mío y hacer el amor está bien para mi gente —por mi mirada ella adivino mi pensamiento, y me dice sarcásticamente:
— ¡Ah! No es problema de costumbres, es otra mujer, ¡eso es! Pero no te preocupes, eso no me importa, si te gusto, puedo ser tu segunda novia si tú lo quieres, eres un lindo blanco, me gustas.
—Mira Aamori no estoy acostumbrado a esto.
— ¿No te gusta el sexo?
— ¡Sí!, pero no así. —le respondo seriamente y verdaderamente incomodo.
—La mujer debe saciar el deseo de los hombres y servirlo, es nuestro deber. Hoy seré tú mujer, soy tuya. —me dice. Ella no entendía mis explicaciones, se comenzó a desnudar, su negra textura me llamaba la atención, ellas siempre tan bien redondeadas, tendría dieciocho o diecinueve años, a esa edad casi todas las mujeres guineanas estaban cazadas con uno o dos hijos, por lo general se casaban a los trece o catorce años de edad, la gran mayoría en matrimonios arreglados.
— ¿Me vas a seguir rechazando? —lo dice burlonamente cuando estaba completamente desnuda mostrándome sus enormes pechos echada en la cama mostrando un trasero realmente impresionante. Cuando me pare de la cama para tratar de terminar con esta escena, ella me tomó del cuello y me tiro a la cama, comenzó a besarme dulcemente, sabía cómo manejar a un hombre.
No pude seguir negándome, mi orgullo de hombre estaba en juego y realmente parecía un idiota rechazando a esa mujer. Esa noche no pude descansar, se me hiso interminable, termine totalmente agotado, sin respiro, esa mujer realmente estaba preparada para satisfacer a cualquier hombre, parecía una tigresa en celo.
Cuando desperté el sol estaba arriba, Aamori ya se había retirado. Su olor de negra ardiente había traspasado mi cuerpo y dejado su aroma, en mi espalda tenía heridas de los rasguños que me dejo. Me bañe rápidamente y trate de quitarme ese olor pero no lo podía eliminarlo, estaba pegado en cada centímetro de mi cuerpo, eso me excitaba. Cuando salgo de la habitación una hija de Emmanuel me indica que lo siga, me sonreía como haciéndose cómplice de saber lo que yo había hecho en la noche con su prima.
Emmanuel y su padre Don Tomas me esperaban para tomar desayuno, fruta, jugos y panecillos adornaban la mesa, servida afuera de la casa en un gran jardín, los niños corrían y jugaban. Nadie me preguntó cómo había pasado la noche, era como si nada de eso hubiera sucedido. En eso veo a Aamori que nos trae el agua humeando para el café, me extiende una sonrisa, era como si nada de nada hubiera sucedido anoche.
Tuvimos una agradable charla los tres durante el desayuno, don Tomas me conmino a venir seguido para seguir con tan amena conversación. Después de las despedías formales y agradecer tanta amabilidad a las esposas de Marcial, este me llevó de regreso a la ciudad, durante el viaje Emmanuel como siempre, me comenzó a preguntar cosas relacionadas a la empresa, le gustaba aprender.
Durante los tres meses que viví en esta hermosa tierra aprendí mucho sobre las costumbres de esta alegre gente, de sus valores y de la forma como algunos luchan por mantener sus costumbres y vivir en armonía con la naturaleza. El hombre blanco ha explotado los recursos naturales en este continente y ha denigrado a sus aborígenes llegando al extremo de esclavizarlos, hoy esta hermosa gente vive bajo el legado de la ignorancia dejada por nosotros, ellos están tratando de salir de esa nube pero los malos gobernantes, elegidos mayormente por razones tribales y de fuerza ahora llenan sus arcas personales explotando aquellas riquezas escondidas a los blancos por la madre naturaleza sin darle ningún beneficio a los suyos, no tienen interés en el desarrollo.
Estaba en el aeropuerto esperando la salida del vuelo a Madrid, regresaba a América pensaba en todas las cosas locas que me pasaron y por su puesto esa noche en la casa de Emmanuel Kdongo, mi amigo africano. Había una hermosa luna llena y el tiempo estaba despejado cuando despegamos, por la ventanilla se podía ver como el mar brillaba hermosamente con la luz de la luna y a lo lejos se podía ver cómo nos alejábamos de la Isla de Malabo, una pequeña nostalgia recorre mi corazón, sabía que nunca más regresaría. Muchos amigos y recuerdos quedaban atrás... África, quien lo habría pensado, jamás me imagine vivir todo lo que viví en este fiero continente, nunca podría olvidarme de ella así pasaran mil años, sus paisajes, sus fieras salvajes, sus ríos, su aroma, sabores y su gente, todo esto quedaran como marcas de por vida en mi corazón.
Ahora solo quedaba llegar a casa y dejar atrás los momentos vividos y recordar que parte de nuestro espíritu se quedará por siempre en esta hermosa e indomable tierra africana.
“La piel del agua de los ríos siempre vuelve a su forma original. En ella no quedan cicatrices, ni de los golpes de los remos, ni del paso de los cayucos, ni de las piedras que caen y se hunden para siempre."

Proverbio de la tribu Fang

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